- Qué guapa eres, cariño. Me sorprendió que me lo dijera. Mi abuela es como la madrastra de Blancanieves. Fue la guapa del pueblo. Una circunstancia que marcó su identidad hasta el punto de que el resto de mujeres de nuestra estirpe éramos, en su opinión, irremediablemente feas. Nadie se había salvado de la quema. Mi madre, mis tías, mis primas. Nadie. Todas nos parecíamos al padre, y por ende, no habíamos alcanzado la suprema perfección evolutiva. No obstante, aquel día mi abuela estaba algo sensible y decidió regalarme aquellas cuatro palabras que tanto significaban para ella. Guapa, guapa, guapa. Qué guapa eres, cariño. Sin embargo, y aunque no fuera su intención, esas palabras me sacudieron como un tortazo. Nunca me había parado a analizar la relación que tenía con mi propia belleza. De hecho, no sabía que existiera algo así como una relación con la belleza propia. Apartada por mis compañeros de clase por ser el book worm - en español, la rata de biblioteca- t...
Genial! La verdad esque blogger está apagado ultimamente (si es a eso a lo que se refiere la última línea)
ResponderEliminarPor cierto, P, ya que te animaste a hacer cuenta en AH, hay una iniciativa conjunta si quieres apuntarte! Pásate por mi blog!
Bueno, a falta de algo mejor, Venecia no está tan mal :)
ResponderEliminarBueno, lo mejor es tomárselo con tranquilidad...
ResponderEliminar:) :D :)
Dos semanas en Venecia, y todo lo que eso conlleva...
ResponderEliminarMás vale eso que nada.
ResponderEliminarJ.