El hombre es un animal de cercanías y las mías son los libros. Los libros no sólo hacen hogar, sino que hablan, comentan, me dicen cosas. Por eso me encanta husmear, hojear -y ojear- los libros que habitan en las casas que visito por primera vez. No hay mayor placer que juzgar al prójimo por las portadas de sus libros -ora las chillonas de Anagrama, ora las sobrias de Cátedra- y hacer preguntas envenenadas sobre alguno de esos libros que parece o bien demasiado nuevo o bien demasiado intelectual. Ver a esos seres apilados -tapa con tapa, lomo con lomo- me hace cuestionarme, ¿por qué no esconde ese Código Da Vinci? ¿Por qué enseña ese libro de Punset sobre el amor? A veces siento la tentación de coger esos libros ajenos, secuestrarlos, retenerlos en contra de su voluntad, taparles la boca con celofán -especialmente a ese de "El poder del Ahora"- y esconderlos debajo del fregadero más cercano. Todo para que, años después, ese amigo salvado de la mediocridad me...
Genial! La verdad esque blogger está apagado ultimamente (si es a eso a lo que se refiere la última línea)
ResponderEliminarPor cierto, P, ya que te animaste a hacer cuenta en AH, hay una iniciativa conjunta si quieres apuntarte! Pásate por mi blog!
Bueno, a falta de algo mejor, Venecia no está tan mal :)
ResponderEliminarBueno, lo mejor es tomárselo con tranquilidad...
ResponderEliminar:) :D :)
Dos semanas en Venecia, y todo lo que eso conlleva...
ResponderEliminarMás vale eso que nada.
ResponderEliminarJ.