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Mostrando entradas de mayo, 2012

Mariposas.

Ana jugaba a corretear por su jardín. Le gustaba mucho fingir que era un avión y que cada uno de sus brazos simulaba un ala. Y así, inclinaba su cuerpecito porque había turbulencias, aunque no era más que el viento que recorría su ligero vestido de lunares. Pablo, por su parte, no se parecía demasiado a su gemela. Él, más entregado a los placeres de la psique y el conocimiento, leía sentado en el césped un libro de filosofía. Costaba entender como una cabecita de cinco años podía siquiera comprender alguna frase completa. Ana, en general, nunca se resignaba e incluía a su hermano en sus actividades, en esta ocasión como torre de control. Ana siempre acababa su juego chocando a propósito con su hermano, lo cual desencadenaba una retahíla de gritos por parte de Pablo y las risas acaloradas de Ana. En estas ocasiones Pablo solía mostrar su rabia escondida bajo su pelo rubio, pero por fortuna y como por arte de magia aparecía Mamá para solucionar las peleas. El pelo de Mamá permanecí