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Mostrando entradas de 2013

Mario. Mario. Mario. (II)

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“Hay días en que la recuerdo y me pregunto: ¿Qué estará haciendo? Hay noches en que la extraño y me pregunto: ¿Qué me estoy haciendo?” — Mario Vargas Llosa.

Telón.

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[...] VALENTINA.- ¡Un, dos, tres! ¡Fuego! (Da uno, dos, tres pasos; en línea recta. Lanza el plato decorativo contra el suelo) VALENTINA.- (Grita) ¡Es que no me oyes, cretino! ¡Ven a por mí! ¡Ven a por mí, si te atreves! ¡Párteme el alma, como hiciste con mi cuerpo! ¿Por qué no sigues, ahora que te lo imploro? ¡Nunca vas a complacerme, nunca! (Estalla en lágrimas) (Se acerca al cadáver de Marco y lo mece suavemente) VALENTINA.- Hoy han enmudecido los silencios. No puedo oír tu voz de trueno. Debe ser que se ha congelado mi memoria, o se han parado mis desgracias. Hoy, soy libre, y renazco de nuevo. (Besa el cadáver en los labios) VALENTINA.- Y sin embargo, ya te echo de menos. El silencio irrumpe en un aplauso multitudinario que no cesa hasta bien pasados los dos primeros minutos. Carla no puede dejar de dar las gracias y lanzar besos al respetable, que vitorea su nombre y le dedica gestos de máxima aprobación. Críticas favorables y amantes del teatro satis

Gorda.

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Aunque al desnudarla no me di cuenta, cuando nos miramos supe que de niña había sido gorda. A decir verdad, no tenía una mirada enajenada, ni se mordía las uñas. Tampoco se acicalaba el cabello como las otras y en su cuerpo no quedaban apenas marcas de bollería industrial. Sus pies no eran redondos, y tampoco conservaba pliegues de piel  de envoltorio. No olía a pan, ni a natillas y sabía a chicle neutro. Si bien es cierto que murmuró alguna obscenidad inapropiada, su pasividad me habría resultado totalmente decepcionante. Así que, en definitiva, aquella mujer no aparecía en mi manual de Reconocimiento de Mujeres de más de Ochenta Kilogramos. Compréndame, por aquel entonces, yo aún era joven. Buscaba indicios de sobrepeso en todas partes porque, tras ciertas cavilaciones, tenía la teoría de que las mujeres redondas eran más propensas al enamoramiento obsesivo. No obstante, siguiendo mi propia receta, había elaborado un manual de cinco pasos para reconocerlas. Pero ¡já! cuando ya

Valientes gilipollas.

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Es cierto que, al menos durante un año, fingí ser una de esas modernas que hacen fotos en sepia y toman café solo. Confieso que todos aquellos a los que conocí en aquel tiempo, apenas sabían la diferencia entre el Folk y el Indie, y aunque muchas noches mantuve intensos coloquios con chicos escondidos tras gafas de pasta, no encontré en sus palabras más que clichés con sabor  mainstream. Llegué a odiar ese fenómeno. Odiaba a los  indies, que tuiteaban su ubicación en Malasaña. Odié sus cervezas, sus zapatos roídos y sus camisetas viejas. Odié sus incompletas referencias a la literatura norteamericana de los 50, y su incesante desprecio a la mediocridad. No sabían más que parlotear y todos eran nerds atrincherados en una moda en la que no era necesario ni ser guapo ni vestir bien. Ellos parecían atraídos por mis labios rojos y ciertos vestidos que, a la luz de cualquier bar de tintes vintage, me hacían parecer una Lolita perdida en mitad del bosque. A lo Lana del Rey. Nunca re

Cada vez que nos gritamos.

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 Y es posible que tengas razón y esté loco. Que sea un chalado de esos que van por la vida corriendo y arriesgándose aunque estén realmente acojonados. Pero no puedo evitarlo. Y aunque tú creas en todas esas mentiras de los horóscopos, ni a ti ni a mí nos ha unido el destino. No hemos sido programados para encontrarnos. Tus circunstancias no se cruzaron con las mías, y la vida no es ningún camino que tengamos que recorrer juntos. Estoy cansando de toda esa basura. Pero, mira. Tómate un respiro ¿vale? No voy a dejar de venir a verte aunque acabemos siempre discutiendo por gilipolleces. No voy a dejar de quedarme hasta que me digas que me quieres, o que me necesitas, o que te abrace, para luego volver a pelearnos. Si hay algo que tengo claro es que tal vez, aunque nuestra historia sea tan difícil y absurda, no va a ser fácil volver a vivir algo como esto. Y sí, quizá seamos dos locos intentando sostener esta mierda al margen de todas las mentiras que nos hemos contado. Pero ya no

No mires atrás.

"Imagina a alguien corriendo sin parar. Desesperadamente. Siempre hay un bosque a su alrededor. ¿A que sí? O una selva, da igual . Porque se aleja del peligro. O una ciudad, si me apuras.  Porque hay algo que perturba a nuestro héroe. O heroína .  Porque siempre hay algo desconocido que nos aterra.  Debemos huir sin demora. Sin mirar atrás. Y no es así. También puedes huir sin mover ni un músculo. Tumbado sobre la cama. Entre cuatro paredes y unas láminas de papel pintado. Porque es tu mente la que corre. Entre las tinieblas. La que busca un refugio y, una vez lo encuentra, llora atemorizada. Siempre lo he pensado. Mi peor miedo...soy yo misma. Lo aprendí a las malas, no creas. Un día. Mientras me miraba al espejo. Y entonces me miré a los ojos.  Y todo encajó. Y lo entendí todo. Comprendí qué estaba enfadada con el mundo." Tras unos minutos de silencio, decide romper el silencio: - Y si ya sabes qué te pasa, ¿de qué tienes miedo?

G134.

50.000 decibelios. 50.000 cicatrices. Soy una supernova. Y mantengo las apariencias. Quédate conmigo.