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Mostrando entradas de enero, 2019

Identidades de pasillo

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Antes de empezar quiero que sepáis que hay una caja de tomates, ahí a la derecha. Podéis usarlos. También os invito a que, aunque no estéis de acuerdo, os comáis el tomate, leáis y opinéis. Allá vamos. * "Gano poco", "los políticos son unos desalmados", "todo está fatal", "es por la crisis", "malditos bancos", "maldito patriarcado", "soy joven y no me hacen caso", "soy pensionista y soy pobre", "malditas banderas", "malditos dictadores".  Vivimos en un ay . Sin embargo, tengo la teoría de que si dejásemos de quejarnos, contribuiríamos a la lucha contra el terrorismo internacional, por ejemplo . Uy, qué random/aleatorio . ¿Que no?  Vivimos atragantados por la queja identitaria. En el siglo XXI la identidad se ha vuelto un factor tan relevante que pocos escapan de los trazos que cruzan nuestra triste figura. Las fuerzas centrífugas de la identidad nos llenan

La teoría del aguacate, por Amelia Diamond

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HOLY GUACAMOLE! Hoy me siento de muy buen humor. Tan de buen humor que he decidido contaros una de las teorías menos acertadas pero más interesantes que he leído en Internet. Y como llevo varios días con entradas largas y grandilocuentes, he pensado en rebajar el tono y contaros la cero conocida TEORÍA DEL AGUACATE.  Con ese nombre, imagino que intuiréis que ningún sociólogo respetado la ha plasmado en ninguna parte. Esta teoría es de Amelia Diamond , la ex-redactora de MAN REPELLER (una web de moda con base en Nueva York). Y yo he decidido remasterizarla con mis dotes de reportera digital y mi ácido sentido del humor. Os la cuento. Amelia Diamond debía sentirse muy inspirada aquel día. Me la imagino radiante después de una sesión de Speed Yoga, sorbiendo su batido energético y pensando en lo que sus amigas -esas con problemas reales más allá del cambio de diseñador en Cèline- le habían contado la noche anterior entre Margaritas. Es muy probable que una de sus m

Qué fácil es juzgar

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Conocí a Enzo en la fiesta de bienvenida a la universidad. Yo regresaba a la uni después de un intenso año de Erasmus, y él venía a Madrid dispuesto a quemar la ciudad. Era un estudiante inquieto, de manos finas y cuerpo fibroso. Dominaba el español como un siciliano que ha tenido muchas novias españolas y sabía sonreír. Vaya si sabía. Sin embargo, y como siempre he sido muy de arrugar la nariz con chicos guapos, Enzo me cayó mal desde el principio. Cuál fue mi sorpresa cuando la coordinadora de la Oficina Erasmus me anunció que sería su mentora todo el año. Como chica responsable, comuniqué la buena nueva a Enzo que no tardó en darme su móvil e invitarme a un café. Acepté a regañadientes, pero él supo ganarme enseguida: "¡Patri, guapa!, ¿cómo te gusta el café?". No habían pasado ni cinco minutos y ya nos habíamos contado media vida. Tenía una novia en Valencia, un pueblo en Sicilia al que no quería volver y una oscura inclinación por todo aquello que sonara a Mafia.

Una hechicera y un acólito inesperado

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Le llamábamos Millones porque su padre se había hecho rico en algún turbio negocio relacionado con el transporte de quién-sabía-qué. Le conocimos uno de esos veranos largos en los que la mayoría de nosotros aún estaba en el colegio. Destinados a esperar el interminable transcurrir del verano en aquel pueblo costero, una nueva adhesión al grupo era todo un acontecimiento. Recuerdo que lo trajo Javi (que era-es-será mi gran amor frustrado de verano). "Le conozco de Torrejón", dijo. Y esa fue toda su presentación. Pronto descubrimos que Millones contestaba con monosílabos y se reía de todo lo que decía Javi, por lo que su condición en nuestra pandilla -cuadrilla, para los norteños del grupo- era de vasallo más que de líder. Fumaba mucho para poder dormir por las noches y porque "esto no es tan malo como el tabaco, niña". Javi nos contó que Millones tenía una abuela bruja, un millón de euros en el banco y un hermano pequeño. Poco tiempo después supimos que lo

Tus pantalones de yoga están destruyendo el mundo

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Estábamos en un local de Goya. Ocho chicas alegres, festivas, con chupas de polipiel. Selfies y mucho "a-que-no-sabes-quién-ha". Ocho chicas con lo que llaman "alto nivel educativo " (adquisitivo, todavía no). Entre risa y risa, pedimos unas copas. "¡Bea, coge pajitas!", dijo Laura. Con el mismo tono jovial, le advertí de que las pajitas eran muy contaminantes. Su respuesta me dejó de piedra. "Es que no sé beber un cubata sin pajita, Parvati". Comprendí que, tras años de evolución, la pajita se había impuesto finalmente al ser humano. Solo Bea no cogió.  La culpa no es de mis amigas . ¿La culpa es de la educación? Todas recibimos clases de  Educación para la Ciudadanía, Filosofía, Conocimiento del Medio, Naturales, Biología, Física y Química y otra asignatura llamada Energías renovables . Supongo que para la de "Cómo beber sin pajita" no había profesor. Bromas aparte, he de decir que la asignatura de Energías Renovables

¡FELIZ AÑO!

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Y ahora, date un buen baño; no podemos ir a las fiestas de hoy si aún hueles a las fiestas de ayer  (Zelda Fitzgerald) Queridos míos. Sé que algún día os escribiré desde Viena. Iré al Concierto de Año Nuevo, iré al Concierto de Año Nuevo, iré al Concierto de Año Nuevo. Haré lo que sea. Buscaré en las redes sociales a alguna violinista (o al que toque el triángulo) de la Filarmónica de Viena. Le prometeré tierras. Aprenderé de las mejores películas -de las de Ocean's 11- para colarme como un contorsionista asiático. Escucharé cien mil veces "en tu fiesta me colé", de Mecano, emulando los principios de los coaches que creen en "El Secreto" y en el universo. Diré gracias tres veces. Y entonces, sólo entonces, se abrirán las puertas para mí y podré disfrutar en directo de ese placer aunque sea una proletaria. Aunque sea parte del neo-precariado. Iré desnuda, si hace falta, demostrando a la nueva élite japonesa que todos somos iguales. Sin oro, ni Diores