El Aleph de Borges era un McDonnals


Estaba cenando con Enrique en un restaurante japonés. Podría estar en Tokio y ser una neo-Scarlett Johansson morena rodando Lost in translation. O podría estar en Madrid y ser yo, crítica fiel de las últimas novedades legislativas de vlex. Fuese quien fuese, allí estaba, siendo infinitas personas en el neo-Aleph de Jorge Luis Borges, en un no-lugar, en un restau que podría estar situado en cualquier ciudad del mundo. Pues, como todo el mundo sabe, un restaurante japonés en Madrid es un restaurante japonés en Berlín. Lo que es, a su vez, un restaurante japonés en el corazón de Londres, de Ciudad del Cabo o de Macao. Presente, pasado y futuro en infinitos lugares clonados. Visto uno, vistos todos.

- ¿Crees que eres un ciudadano del mundo?- le pregunté, de repente.
 Enrique sonrió. Es un hombre de recursos.
- Si crees que eres un ciudadano del mundo eres un ciudadano de ninguna parte.
Fruncí el ceño. Soy joven pero no tonta. Y además me leo el periódico todos los días.
- Eso lo dijo Theresa May- repliqué con mi voz de sabelotodo.
Sonrió de nuevo. Hay que ver la paciencia que tiene conmigo, sinceramente. Luego se puso colorado tratando de sacar algún argumento decente de las profundidades. Es un buen Escorpio.
- Probablemente sea un ciudadano de una ciudad global como Madrid, como Berlín, Londres o Tokio. Hoy podría volver a Toronto y respiraría el mismo aire, las mismas ideas. Nadie arrugaría la nariz si confesase que soy feminista, que apoyo el aborto, que soy pro-europeo o ecologista convencido. Si dijera, por ejemplo, que hubiera preferido a Bernie Sanders como candidato demócrata, incluso un republicano californiano pensaría "ese tío tiene ideas".
- Ideas de izquierda- apunté.
- Sí, pero ideas de la izquierda global -arrugó la servilleta. Luego, continuó- Así que sí. Podría viajar de ciudad en ciudad; Pretoria, Lisboa, incluso Río, Chicago, o Shenzhen y vería el mismo laberinto urbano. La misma publicidad pidiendo a gritos que consuma las mismas cosas en distintos lugares. Las mismas ideas, el mismo bilingüismo semi-anglófono. Diría friendzone y cualquier persona sabría que tengo el corazón roto.
Tragué saliva. Él continuó.
- En cambio, si me destinaran a un pueblito extremeño o al corazón de Castilla sería diferente. No hablo de ciudades. Hablo de lugares casi despoblados donde la brecha generacional e ideológica sea casi insalvable. Ahí, me sentiría un extraño. Sería un español en un terreno desconocido. No entendería la caza. Lloraría con la matanza y es muy probable que el pueblo entero sonriera al verme llorar. ¿Soy un ciudadano del mundo? Probablemente no.

No supe qué contestar. Recordé que años atrás, estaba comiendo en un Mcdonnals de Luxemburgo. Acababa de salir de una visita al Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Estaba contenta y me apetecía algo poco sano. Busqué el Mcdonnals y pedí la misma hamburguesa, la misma salsa y las misma bebida que solía pedir en Madrid. La misma comida envasada en el mismo paquete acartonado. El mismo color y la misma forma que el día que celebré los cinco meses de relación con mi primer novio o las notas de la ESO, o el inicio del verano. Viajase a donde viajase, Mcdonnals -y otros tantos- me ofrecían la misma experiencia alimenticia en un macabro regreso al pasado.

Suspiré. Mientras Enrique pedía otro plato, pensé que el concepto de nómada se había deshidratado -como mínimo- en los desiertos del siglo XXI. Hoy viajar de ciudad en ciudad es sumergirse de nuevo en el mismo lugar. Como en "Lost in Translation", el pasado, presente y futuro se confunden en infinitos lugares clonados.
Bebí agua algo acelerada. Enrique me miró, interrogante.
- No pasa nada- le dije- Sólo me pregunto el por qué de esta manía por hacer preguntas difíciles.

Comentarios

  1. A preguntas difíciles respuestas brillantes... una buena conversación viajando pero sin moverse de Madrid. .. yo firmo. Un beso

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    1. Sí! La verdad es que siempre me sorprende con sus respuestas, supongo que por eso me encanta preguntarle. Un abrazo para ti, Laura!

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  2. Las preguntas difíciles son las que nos acercan al sentido de la vida, a lo importante, aunque a lo único que nos lleve sea entrenar el vicio de reflexionar.
    Qué ganas de ir a un restaurante japonés, aunque creo que lo verdaderamente estimulante del relato es escuchar a Enrique. Me cae muy bien. Deberías traerlo más a menudo por aquí.

    Me gusta, para referirnos a la clonación, eso de visto uno, vistos todos. No lo había "visto" así.

    Me encanta leerte
    Un beso grande

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    1. Claro que sí. Si es que en el fondo estoy hecha toda una Sócrates. Siempre preguntando y preguntando para entender la vida jajaja. Pobre Enrique. Ya le traeré otro día, sí.
      Y, como siempre, gracias por tus amables palabras, Alís. Te mando un abrazo enorme.

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  3. Enrique me cae muy bien.
    Ya vuelve de todas partes.

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    1. Jajajaja. Me ha hecho mucha gracia este comentario, Toro. Últimamente viajamos poco y hablar de ciudades nos devuelve ese placer por un rato.
      Un abrazo
      P

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  4. Hola Pat..., te leo en otro momento. Parece interesante este espacio.

    Abrazo.

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  5. Destacaría de todo el texto, tras disfrutar del ambiente creado, estas palabras: "...el por qué de esta manía por hacer preguntas difíciles."

    Y estas otras: "...aunque a lo único que nos lleve sea entrenar el vicio de reflexionar."

    Lo dicho Pat, un espacio interesante este tuyo.

    Abrazos.

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    1. Ernesto, ¡muchas gracias! Esta es tu casa.
      Un abrazo,
      P

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