Macao para principiantes





-Hace tiempo que ningún principio me convence.
Lo dijo alto y claro y varios de los presentes se giraron hacia nuestra mesa. Por desgracia, no se refería a ningún libro, sino a sus amantes, al cortejo, al vaivén del romance. La miré esperando un poco más de luz en el argumento, pero no dijo nada. No dijo «me agota comprobar si está en línea, mientras escribo todas esas cartas de despido, y pienso ¡joder! ¿por qué no me ha dicho nada? ¡Si hasta le he puesto el emoticono del mono! Maldito mono, maldito emoji. Debería haber sido más discreta, más nonaina -al fin y al cabo, este hombre se ha criado en la periferia- y enviarle una flamenca, una sonrisa, nunca el ojo-corazones. Pero ¡ay! Fuimos a Habanera y todo fue como la seda, y tía, me miraba con ojos de quererme algún día. Y, mientras comíamos,  me contaba todas esas historias sobre sus viajes. Macao, Hong-Kong, Dubai. Y yo asentía con la cabeza como diciendo ¡ah, ya! ¡Esas economías cuaternarias! Pero no lo dije por no sentirme un vulgar Will Hunting. Quedamos un par de veces más. Vive en Juan Bravo. Fuimos hasta al Arqueológico un día. Y luego...»

Luego, nada.
- ¿Y si dejas ya de salir con todos esos gilipollas? Sin más, de un plumazo- también lo dije en alto.
Teníamos a la mitad del café en ascuas.
- Para ti es fácil decirlo porque tú....- no continuó. 
- ¿Porque yo no tengo vida? ¿Y da igual que me dejen, que les deje, que les diga o que les hable porque se me olvidará que les escribí, o les pregunté o les advertí? ¿Porque estudio más de catorce horas al día? ¡Venga ya! 
- Perdona- se disculpó- Mi problema es que no puedo dejar de creer en el amor romántico. Es como en esa película que vimos de Woody Allen. 
- ¿Cuál de todas? ¿La última, Café Society? ¿Annie Hall?- observé por el rabillo del ojo que ya nadie nos escuchaba. 
- ¡Eso, Annie Hall! ¡Justo al final! Cuando cuenta ese chiste. El del loco que se cree una gallina, su hermano, y los huevos. 

Asentí con la cabeza. Recordaba esa escena en la que, mientras los dos se despiden, la voz en off de Woody Allen dice: «Y me acordé de aquel viejo chiste, ya saben, el del tipo que va a ver al psiquiatra y le dice: Doctor, mi hermano se ha vuelto loco. Se cree que es una gallina. Y el médico le contesta: Bueno, ¿y por qué no hace que lo encierren?. Y el tipo le replica: Lo haría, pero es que necesito los huevos. Eso expresa muy bien lo que siento acerca de las relaciones entre las personas, ¿saben? Son completamente irracionales, disparatadas, absurdas… Pero creo que las seguimos manteniendo porque la mayor parte de nosotros necesitamos los huevos». 
-La bolsa o la vida, los huevos o la soledad...

Seguimos tomando té y charlando de otros temas. De mis catorce horas, de la quiromancia y las cartas del Tarot, del número de toneladas de trucha arcoiris capturadas en España en 2015, del destino, de la casualidad. 

Comentarios

  1. Ay, de lo que se habla en esos cafés...
    ¿Sabes?, esta vez me has recordado a una persona muy querida. Madrid, una conversación, dura sinceridad, gente volviéndose para mirar y escuchar; sí, definitivamente.
    Abrazos desde aquí.

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  2. Un café (o un té en mi caso) con un amigo puede dar para mucho.
    La idea del amor romántico es bonita, pero no estoy segura que hoy en día se entienda del todo el concepto de amor. Parece, al menos a veces, que las parejas están por estar y se buscan por buscar. No sé si esa es una idea del amor que me guste especialmente... En cualquier caso, y como de costumbre, tu entrada ha sido fantástica
    Un beso

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  3. Muchas gracias, amigos.
    Ícarus, en esos cafés se habla de tanto. Se salta de un tema a otro, se dice, se oculta -pues no todos nuestros allegados pueden saber lo mismo-, se critica de manera encubierta, también. Los cafés lo valen, y un buen interlocutor mucho más.
    M. Estoy muy de acuerdo contigo. El 'andabamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos' se ha convertido en un 'nos buscábamos por buscar algo'. Jajaja
    Gracias por vuestros fantásticos comentarios.
    Un abrazo fuerte.
    P.

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