Valientes gilipollas.
Llegué a odiar ese fenómeno. Odiaba a los indies, que tuiteaban su ubicación en Malasaña. Odié sus cervezas, sus zapatos roídos y sus camisetas viejas. Odié sus incompletas referencias a la literatura norteamericana de los 50, y su incesante desprecio a la mediocridad. No sabían más que parlotear y todos eran nerds atrincherados en una moda en la que no era necesario ni ser guapo ni vestir bien.
Ellos parecían atraídos por mis labios rojos y ciertos vestidos que, a la luz de cualquier bar de tintes vintage, me hacían parecer una Lolita perdida en mitad del bosque. A lo Lana del Rey. Nunca repararon en mi lengua viperina, ni en aquella obsesión literaria que me unía a los poetas del 27.
No obstante, sabía que podía intimidarles. Un par de frases de Wilde y media sonrisa les acojonaba. A veces, en mitad de la noche deliraban abrazándose a mi cintura. Y aunque, este corazón no huye jamás de las complicaciones de la vida, me estremecía al pensar en la soledad de aquellas gentes. De aquellos nerds disfrazados de indies.
No obstante, sabía que podía intimidarles. Un par de frases de Wilde y media sonrisa les acojonaba. A veces, en mitad de la noche deliraban abrazándose a mi cintura. Y aunque, este corazón no huye jamás de las complicaciones de la vida, me estremecía al pensar en la soledad de aquellas gentes. De aquellos nerds disfrazados de indies.
Después de un tiempo uno sólo observa..
ResponderEliminarE incluso eso a veces lo malinterpretan...
Tus palabras me hacen eco...
Un beso...
Las tribus están muy solas...
ResponderEliminarTanta moda estúpida y al final lo único que existe ciertamente es nada. Vacío.
ResponderEliminar¿Por qué eres tan genial? Las tribus deben morir
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