Gorda.


Aunque al desnudarla no me di cuenta, cuando nos miramos supe que de niña había sido gorda.
A decir verdad, no tenía una mirada enajenada, ni se mordía las uñas. Tampoco se acicalaba el cabello como las otras y en su cuerpo no quedaban apenas marcas de bollería industrial. Sus pies no eran redondos, y tampoco conservaba pliegues de piel  de envoltorio. No olía a pan, ni a natillas y sabía a chicle neutro. Si bien es cierto que murmuró alguna obscenidad inapropiada, su pasividad me habría resultado totalmente decepcionante. Así que, en definitiva, aquella mujer no aparecía en mi manual de Reconocimiento de Mujeres de más de Ochenta Kilogramos. Compréndame, por aquel entonces, yo aún era joven. Buscaba indicios de sobrepeso en todas partes porque, tras ciertas cavilaciones, tenía la teoría de que las mujeres redondas eran más propensas al enamoramiento obsesivo.

No obstante, siguiendo mi propia receta, había elaborado un manual de cinco pasos para reconocerlas. Pero ¡já! cuando ya pensaba que era un sociólogo amante del misterio y la adivinación, llegó ella para devolverme a mis veinticinco. Para someterme a su juicio, para saltarse todas aquellas premisas de manual de pobre hombre, y delatarse al final.

Porque sí. Aquella mujer había sido gorda. Pero no fueron sus ojos, ni su boca los que confesaron el secreto. Ni un comentario peregrino al final del coito. Fue un breve temblor en los labios cuando, al separarme de ella, me dejó contemplar su cuerpo. Intacto al tacto, pero arrasado por las heridas. Entonces, aquel temblor hizo que estallara el cuarto. Rugió la tierra, y los prejuicios treparon por las paredes como las arañas.

Después de aquel instante, todo quedó en calma. Hicimos unos cuantos viajes. Visitamos Viena, recorrimos Italia.

Comentarios

  1. Quisiera decir algo, algo más lúcido. Pero no sè si corresponde. Mejor no agregar nada. Este texto es un tesoro que merece extenderse mucho más. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Qué arte para escribir... felicidades!!!

    ResponderEliminar
  3. Guau. Es increíble. De alto tan insignificante has hecho una auténtica belleza.
    Qué ocurrencias :)

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Y tú, ¿qué piensas?

Entradas populares de este blog

La teoría del aguacate, por Amelia Diamond