La belleza o la soberbia



- Qué guapa eres, cariño.
Me sorprendió que me lo dijera. Mi abuela es como la madrastra de Blancanieves. Fue la guapa del pueblo. Una circunstancia que marcó su identidad hasta el punto de que el resto de mujeres de nuestra estirpe éramos, en su opinión, irremediablemente feas. Nadie se había salvado de la quema. Mi madre, mis tías, mis primas. Nadie. Todas nos parecíamos al padre, y por ende, no habíamos alcanzado la suprema perfección evolutiva. No obstante, aquel día mi abuela estaba algo sensible y decidió regalarme aquellas cuatro palabras que tanto significaban para ella. Guapa, guapa, guapa. Qué guapa eres, cariño.

Sin embargo, y aunque no fuera su intención, esas palabras me sacudieron como un tortazo. Nunca me había parado a analizar la relación que tenía con mi propia belleza. De hecho, no sabía que existiera algo así como una relación con la belleza propia. Apartada por mis compañeros de clase por ser el book worm -en español, la rata de biblioteca- tuve que construir mi identidad a través de otras cosas: los libros que leía, los cuentos que escribía o las notas que sacaba. En mi grupo de amigas, fuera el que fuese, la guapa era siempre otra. Así que, nunca dejaba de sorprenderme que todavía existiesen ciertos intrépidos que obviasen mi cara de Turandot y me dijesen un: Hola guapa. De hecho, percibía su acercamiento como un mazazo sobre mi marmórea identidad.

"Pero, ¿qué estás haciendo?", parecía gritar, envuelta en llamas, "¿acaso no ves que soy la de los libros, la de los cuentos, la de los nueves? La guapa es otra. Así que, vete. ¡Vete y no vuelvas! No soy guapa, no soy atractiva, no soy deseable por lo que ves, sino por mis libros, mis cuentos, mis nueves. ¿Cómo osas a acercarte sin saber mis logros, mis aspiraciones, mis...?". Vale, estoy exagerando un poco. Pero sigamos, sigamos.

El problema era que, como contraposición, cualquier malandrín de medio pelo podía intuir que con un poco de labia sobre literatura, música o política, aquello estaba hecho. Y era verdad. Unas entradas para ir a no se qué exposición, ópera o "mira este disco de X cantante desconocido" y mi cara de Turandot se volvía la de Tosca, pasional y dispuesta a levantar pedestales por cualquier héroe de tres al cuarto. Héroes que, con el tiempo, acababan mostrando su verdadera cara: odiaban la política, fueron a la manifestación a favor de la paz porque les obligó el padre, confundían a Lorca con Antonio Machado (Lorca es el de la canción de caminante no hay camino, ¿no?), solo se sabían una canción indie -la que casualmente te habían recomendado-, y no sabían quién era Roberto Bolaño -es más, no habían escuchado ese nombre en la vida, no, tampoco cuando tú lo mencionaste al principio ¡Oh, el principio! y ellos juraron haberse leído toda su obra.  Sí, supongo que así es como Tosca se convierte en Bridget Jones. La lista que rechazaba a los que la llamaban guapa, era la tonta que se creía al malandrín literato. Bueno, ¿qué más da?

Lo que está claro es que mi abuela me hizo comprender algo tan relevante como revolucionario: la identidad es una ficción muy peligrosa. Estamos tan centrados en definirnos a nosotros mismos -con cuidado, con cautela, dibujando con detalle los márgenes de lo que somos- que no sólo no aceptamos que nos encasillen en categorías ajenas sino que nos resistimos a evolucionar. Y repetimos como autómatas, "¿es que no me ves? Soy la de los libros, los cuentos, la política, o soy la subversiva, la guapa, la tonta, la valiente?". Parece que en una sociedad tan  obsesionada con ser diferente, la palabra identidad no ha roto con el yugo homogeneizador de la masa. Sólo nos ha atomizado en secciones. Así, basta un comentario -bondadoso o lacerante- para que se arañe o incluso resquebraje el papel de nuestras paredes de reluciente identidad.

No os sorprenderá que os diga que, tras el inofensivo comentario de la abuela, me estuviera preguntando si acaso no había sido la guapa todo este tiempo y no me había dado cuenta.


:)
Os mando un abrazo que no entiende de cuarentenas (ni de las impuestas, ni de las autoimpuestas). Está siendo un año durísimo, quizá por ello el abrazo es más sentido. ¡Os echo de menos!

PD: La foto la hice yo. ¡Es el pueblo donde creció mi abuela!




Comentarios

  1. Yo te encuentro guapísima, que lo sepas. Seguro que siempre fuiste la guapa. Y desarrollaste muchos más atractivos para no ser sólo eso, así que alégrate de no haberte dado cuenta.

    Me reí con tu relato. Es genial reírse de uno mismo. Aliviana mucho el pasado.

    Oye, que tu abuela tiene cosas en común con la mía (en eso de ser como la madrastra). En tu abuela puede explicarlo el paisaje en que creció. La mía, como gallega que creció en un valle entre árboles, no tiene excusa.

    ¡Cómo me alegra leerte! Que esta cuarentena sirva, además de para vencerle la batalla al virus, para tenerte más por aquí. Ojalá

    Besos a montones, Pat

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    1. ¡Ay muchas gracias, Alís! Yo también te encuentro muy bella :)) ¡Ay qué bien haberte sacado una sonrisilla! Debo reconocer que tampoco fui la graciosa, pero en reírme de mi misma no me gana nadie. Es uno de los deportes más sanos.

      Y qué bien saber que nos une algo como una abuela con aires de madrastra. Madrastra para lo bueno y para lo malo. Aunque, en mi caso, ahora la pobre poco se presta a maldades. Deben ser los años. Y sí, la guapura y ese secarral castellano-leonés puede que expliquen algo su carácter y los pilares sobre los que construyó su identidad.

      A mí también me alegra mucho estar de vuelta. Os leeré y, con suerte, escribiré estos días. El teletrabajo me está dando un pequeño respiro, aunque las oposiciones pintan un poco negras. Veremos qué ocurre.


      Un abrazo enorme, Alís.

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  2. Créeme si te digo que el otro día pensaba en ti. En si estarías bien con la que está cayendo en Madrid.
    Y mira por donde, apareces.
    Aparece toda tu hermosura por mi blog y por aquí. Así que gracias por dar señales de vida porque ya te estaba echando de menos.
    Yo conozco un Tosca (nada que ver con la ópera) pero cada una entiende de lo que entiende, así que comparto mi Puccini "indie" para que todo este tiempo en que tengas que estar recluida lo hagas con música, espero que te guste.

    https://www.youtube.com/watch?v=Ml_KxCXjWmo

    https://www.youtube.com/watch?v=mNk9cbJqtjs

    Te dejo un abrazo enorme con todo mi cariño.

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    1. Muchísimas gracias Laura! :) Seguimos bien, seguimos bien. Con ganas de ver la luz al final del túnel.
      ¿Cómo va todo por allá?
      Me gustaron mucho tus recomendaciones; me lo puse de fondo para estudiar.
      Te mando un abrazo enorme :))))))))))))

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  3. Adjetivos calificativos y otras formas de esclavitud identitaria.

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    1. Absolutamente cierto. Pero, ¿podemos estar fuera de la masa? ¿Se pueden crear nuevos adjetivos? Abrazos, querida. Un placer verte por aquí :))

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  4. A mí siempre me has parecido hermosa.

    Besos.

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  5. Hola, me ha encantado leerte, aunque vi antes de iniciar la lectura que esto ya tiene su tiempo. Me ha encantado de todos modos. La verdad es que me llamó la atención el nombre de tu blog y por eso es que llegué acá, lo vi en el blog de Petite Bogeria.
    Supongo que la idea que tenemos de nosotros mismos nos la hemos (nos la han) formado desde pequeños y a veces es muy difícil cambiarla. Me he dado cuenta de ello.
    Espero pronto vuelvas a escribir, yo rondaré un rato por acá.
    Un abrazo.

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  6. Me gusta tu estilo diferente al resto
    cansada de boludear entre ningun blog bueno
    te felicito un abrazo eterno

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