Las lágrimas de Ovidio, los bad boys y las femmes fatales




Lala y yo estábamos sentadas en una acera desierta a las ocho y media de la mañana. Era la semana cultural en el colegio y nos habíamos disfrazado de romanas. Desde donde nos encontrábamos veíamos cómo el resto de los alumnos, envueltos en disfraces de papel maché, esperaban en fila a que Madre Portera abriese.
-¿De qué irá Cova?- me preguntó con una risita- No entiendo la peluca.
Aunque contesté, no participé de su crítica. Detestaba su faceta de esbirro e ignoré aquella lanza. Ajena a mi indiferencia se colocó el disfraz y se incorporó para poder mirarse en el reflejo de un coche. Luego entró en su habitual régimen de alabanzas:
- ¿Cómo se te ocurrió lo del disfraz de romana? Me parece la mejor idea del mundo. Es diferente. Es incluso... ¡sexy, tía! La gente va a flipar.
Sonreí. Estábamos envueltas en dos sábanas blancas que podían caerse en cualquier momento. Aunque un cinturón parecía solucionar ese problema, no confiaba demasiado en sus bondades. Desde luego, nuestro atractivo sería incuestionable si se nos caía la sábana.
Ella prosiguió:
- Quizá podríamos haber comprado alguna corona. En vez de ser mundanas patricias, podríamos habernos disfrazado de diosas.
Sonreí y mostré mis dientecillos de juglaresa.
-Ya sabes que los dioses bajaban a la tierra sólo en verano y casi nunca en persona. Su presencia era más como el olor de las violetas, la risa de dos romanas, el calor de una hoguera en San Juan. Eran los humanos quienes hablaban con sus palabras. Lo decía Homero con la fórmula...
- Sí, con aladas palabras- respondió, aburrida- Menudas historias te inventas. Aunque, bien mirado, podríamos habernos comprado unas alas...

Caminamos hacia el colegio. Sus palabras, menos aladas que nunca, se enredaron en su habitual aluvión de críticas. Lala criticaba absolutamente a todo el mundo. Su capacidad lingüística era innegable. Inventaba adjetivos y colores "se cree rubia pero su pelo es color agua-de-fregar", fagocitaba a sus víctimas "a esa me la como yo con patatas" y era la reina del símil y la metáfora "tiene una sonrisa de lápidas". Casi siempre con chicas. Los chicos eran para ella fuente de toda perfección y encontraba razones para enamorarse de cualquiera de ellos. Daba igual que Edu viniese dos días de la semana a clase, no importaba que Alberto fuese la persona más maleable y pusilánime de la faz de la tierra, apenas contaba que Santi tuviese una novia desde hacía varios años. Ellos eran per-fec-tos, a sus novias y a sus defectos había que desterrarlos y enterrarlos junto a los dientes de lápida. No había salvación para nadie. Y, aunque yo creyese lo contrario, no había salvación para mí. Lala me traicionó muchas veces. Consiguió que le contase casi todo para después venderlo a las masas. De frente, todo eran falsas alabanzas.

Es verdad que muchos me aconsejaron que la dejase a un lado. "Lala es una serpiente venenosa, una sabandija". Y otros, "es el verdadero cáncer de Bachiller, ¿por qué la sigues? ¿por qué eres su amiga?". Pero, no escuchaba. Estaba hipnotizada por su maldad. Me daba igual coger su móvil por error -teníamos el mismo modelo- y descubrir un mensaje de texto en el que ponía mi nombre. No me importaba verme rodeada por una jauría de niñas en el patio del colegio porque Lala, en una de sus rabietas, había ejecutado una buena vendetta asegurando actuar en mi nombre. Veía la película Jeux d'enfants -traducida al español como "quiéreme si te atreves"- y entendía perfectamente el momento en el que descubres que la adrenalina de las mentiras, la traición y el juego puede ser felicidad en estado puro.



¿No era mejor, como dijo Milton, "gobernar en el infierno que servir en el cielo"? Además, si aquellos primeros años eran solo un juego, ¿qué importaba ser un tirano en la casilla de salida? Los que se preguntaban por qué seguía a Lala no entendían que sólo siendo bestias olvidábamos la carga de ser un ser humano. Y, al tiempo, sólo las bestias -ora vencedoras, ora derrotadas- trazarían una historia memorable. ¿A quién le habría interesado la vida de un estudiante de magia llamado Harry si no hubiera sido por Voldemort? Medea, Lady Macbeth, Mr. Hyde. Podían destruirse a sí mismos antes de aceptar una derrota. El mal, que en ese momento tomaba la forma del patio de un colegio, no era un veneno ni una condena, ni siquiera sufrimiento. Era lo único que nos mantenía vivos en una atmósfera asfixiante de lecciones interminables en las que cada año estudiábamos prácticamente lo mismo. Oh, hybris.

Supongo que aún era demasiado joven para leer a Hannah Arendt. Mis excusas y justificaciones no habrían sobrevivido a su ojo crítico. La filósofa judía que analizó como nadie el juicio a Eichmann en Jerusalén me habría susurrado con ternura que el mal es, simplemente, tonto. El mal es lo fácil, la traición lo más primitivo. Ser bueno implica inteligencia, valor. Decirle a Lala que cerrara la boca era de valientes y yo nunca se lo dije. Como sabéis, Lala me abandonó en el mismo momento en el que pisamos la Facultad de Derecho dispuesta a tejer una nueva madeja de mentiras y confabulaciones. En mi caso, probé suerte con un grupo de nuevas Lalas más rubias y menos complacientes. No duré ni dos meses. Hice nuevos amigos. Esta vez lavé bien las sábanas de falsa romana, rechacé mi propio nombre y me mezclé con ellos, ajena a las lágrimas de Ovidio.

En estas últimas semanas, he tratado de dar un sentido a todo esto. A la atracción que sentimos por personajes de ficción vanidosos, egoístas o inmorales. El gusto por los bad boys, las femmes fatales o el morbo que suscitan esas personas que cometen crímenes abominables sin razón o propósito alguno o, como dicen los británicos, for the hell of it. He escuchado todas los argumentos posibles, todas las definiciones de mal -casi siempre desde el punto de vista secular- y aún me cuesta entenderme y entendernos. Hay acciones aparentemente inocuas y casi burocráticas, asépticas, diría ovejiles o borreguescas -trasladar judíos, quemar una parte del bosque, comprar ropa nueva cada temporada, viajar en avión tres o cuatro veces al año por publicar una foto en Instagram- que generan daños irreparables. Y lo hacemos para cultivar nuestra vanidad, nuestro ego o nuestra intrahistoria personal -y ¿memorable?- de patio de colegio. Y es absurdo, es una tontería, es primitivo. Hay quien asegura, incluso, que todo ello viene de nuestro miedo a la muerte. Quién sabe. En cualquier caso, Eichmann aseguró en el juicio que él no tenía nada personal en contra de los judíos. Y, sin embargo, condujo al matadero a miles de ellos. ¿Quería ascender en la tortuosa escalera de las SS? Seguramente sí. ¿Era un pobre diablo? No lo dudéis ni por un segundo.

Hoy que vivimos en una constante apología del individualismo, me sorprende que no haya más valientes (yo la primera). Me extraña que el lema "sé distinto" se haya traducido en ideas visuales de lo que nos gusta, nos atrae, pero no en una conciencia cívica -romana, quizá- y crítica con patrones tontunos o primitivos "compra más, sé un James Dean, una Blair Waldorf, un Michael Corleone, una Regina George". He de reconocer que algunos fenómenos como el movimiento anti-bullying o anti-acoso escolar en las redes o las manifestaciones climáticas por parte de adolescentes me dan ciertas esperanzas. No obstante, necesitamos más y mejores modelos. Empezando por nosotros mismos.


*
Gracias por vuestro tiempo, y por leer hasta aquí.
¡Espero vuestras opiniones sobre el mal, los patios del colegio o los disfraces de papel maché! 

Comentarios

  1. Opinión sobre el mal no sé qué decirte, tal vez sea inherente al ser humano.

    Respecto al individualismo creo que cada vez irá a más,

    lo de los patios de colegio de ahora, me dá pánico pensar con las tecnologías actuales hasta dónde podría llegar la maldal humana, por muy niños e inocentes que sean sus habitantes.

    Besos.

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  2. No sé... quizá el malo era yo y no era consciente pero si sé que la maldad de los demás siempre me ha resultado insoportable.
    Y la reconducía con cierta facilidad gracias a mi superioridad física.
    Si le pegas a un malo eres malo también?
    Depende del motivo, no?
    Si le pegas a un malo porque abusa yo considero que esa violencia tiene atenuantes.
    Por ejemplo, pongamos en un platillo de la balanza a Trump, y venga... también a Bolsonaro, y en el otro platillo la Amazonia ardiendo o el planeta agonizando....
    Sé que es muy primario lo que voy a decir pero eliminando a dos cerdos, y los que vengan después igual podemos dejar a las futuras generaciones alguna posibilidad de vida.
    Desde el punto de vista moral y ético, ya sé que no es justificable... pero claro a ellos la moral y la ética no parece importarles mucho.
    Al final volvemos donde siempre... a la maldita condición humana.
    Eso no hay religión ni código de conducta que lo arregle.

    Besos.

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  3. La condición humana... Estos días, en otro blog, recordaba la frase de que si sientes que no encajas en este mundo es porque has nacido para cambiarlo. Siempre me identificó y temo no estar logrando cambiar nada. Igual lo intento, combato todo mal que puedo, y por pocos que sean, es mejor que nada. De adolescente sufría, realmente sufría, porque este mundo (esta especie humana) parecía condenado al fracaso. Y yo no podía hacer nada. De unos pocos años a esta parte rebajé la ambición e intento cambiar el trozo de mundo que puedo, a mí misma primero y a mi entorno, inevitablemente. Hay males que puedo llegar a comprender, otros ni siquiera atisbo un mínimo argumento que los justifique.

    También lucho contra el mal admirando el bien. Por eso admiro tus textos. Como relacionas distintas historias, bien contadas, e invitas a reflexionar. Siempre tienes algo importante que decir.

    Un abrazo gigante, Pat

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  4. Cuando entro a tu blog, lo hago con tiempo... Porque no quiero perderme ni un detalle de lo que dices... Y te vas de un tema a otro con una soltura.... Que me alucina.

    Como podrás imaginar, en el patio de colegio lo pasé algo mal... Era la rara, la bruta... Por decirlo suavemente... De todas maneras, creo que no tiene nada que ver con el bullying de hoy en día, es terrorífico.
    A mi me dabas una pelota y me daba igual todo lo demás.
    Hay gente que si no hace el mal, se siente insegura.
    Durante un año, en FP... Me torturó una macarra a la que un buen día, planté cara.
    La dejé en evidencia y por arte de magia, después de aquello, me protegió.
    Íbamos las dos repartiendo el bien, ante la mirada asombrada de todo el insti... Y ante la mía propia.
    A día de hoy, me saluda por la calle... Pero vuelve a ser la macarra de siempre (al menos, lo que se ve por fuera) no juzgo su interior porque lo desconozco.
    Nunca había contado esta historia, no se porque la he recordado....
    Si me he desviado del tema, lo siento... Pero no voy a escribir otro mensaje... Jajaja
    Tu la llevas!
    Beso enorme Pat sexy.

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  5. Interesante lo que cuentas. Para reflexionar.

    Siempre ha habido buling. Recuerdo a una niña en el cole como se reían algunos de ella. Y los profesores lo sabían y nada hacían.

    Un placer leerte.

    Besos.

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  6. Kiko Rivera, antes Paquirrín, y con sólo 35 añitos, ha conseguido vender sus ‘Memorias’ a Semana, por 80.000 eurillos. Es muy posible que en ninguna de las memorias o biografías que se publican en breve se haya pagado un anticipo semejante, como a ‘La peor parte. Memorias de amor”, de Fernando Savater, un libro escribo para guardar la memoria de su mujer. ‘Vigilancia permanente’ las memorias de Edward Snowden, el mayor héroe o villano, según el punto de vista, de lo que va de milenio. ‘Churchill’, un tour de force del biógrafo Andrew Roberts. ‘Los años’, de Annie Ernaux…
    Leído esto hoy mismo resulta que es el triunfo de los disfraces de papel maché de patio de colegio.

    Esto es el mal.

    Parece que volvemos a Ovidio: ‘Omnia mutantur, nihil interit’, como también nos lo recuerda el homenaje de este año que le hacen en el Burning Man, dónde hoy sábado se quema la escultura de una hombre hecha de madera.

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