Cuando las barbas del vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar.
"O vienes y me cortas el pelo o hago una locura". El mensaje no podía ser más claro. O salía de mi casa a aquellas horas de Dios –zapatillas, jersey de estar por casa, ¡moño!– y le cortaba el pelo, o se lo cortaba ella misma.
"Una cosa es que Inés esté preparada para cambiar su vida –¿lo decía Coco Chanel? ¿o Richard Gere en Unfaithful?– y otra muy distinta es que me haga cómplice bajo amenaza" pensé mientras me vestía. "Pero, ¿a quién voy a engañar?", cavilaba y me apretaba el moño, fuerte, frente al espejo "la idea me divierte. Dudo que nadie más me permita acercarme a su cuero cabelludo con tales intenciones y, mucho menos, una amiga que me conoce y sabe que no sé ni cortar jamón". Antes de salir de casa, y a sabiendas de que el mensaje podría haber sido fruto del spur of the moment, dirían los británicos, del brote, de la euforia del instante, la escribí.
"Una cosa es que Inés esté preparada para cambiar su vida –¿lo decía Coco Chanel? ¿o Richard Gere en Unfaithful?– y otra muy distinta es que me haga cómplice bajo amenaza" pensé mientras me vestía. "Pero, ¿a quién voy a engañar?", cavilaba y me apretaba el moño, fuerte, frente al espejo "la idea me divierte. Dudo que nadie más me permita acercarme a su cuero cabelludo con tales intenciones y, mucho menos, una amiga que me conoce y sabe que no sé ni cortar jamón". Antes de salir de casa, y a sabiendas de que el mensaje podría haber sido fruto del spur of the moment, dirían los británicos, del brote, de la euforia del instante, la escribí.
"¿Arrepentida?"
La respuesta fue inmediata.
"VEN".
*
–Éstas son las únicas tijeras que hay en la casa.
Las miré con espanto.
–Pero si esto es para cortar la carne, el pescado, la esquina del tetrabrik.
Inés soltó una risita. Llevaba un turbante-toalla que parecía querer deshacerse en cualquier momento. Estaba claro. Aquella melena sospechaba el destino que le aguardaba.
–Vamos, ya lo he preparado todo.
La preparación no podía ser más desalentadora. Una silla de escritorio en el baño. Un peine de púas separadas.
Suspiré profundamente.
–Necesito YouTube.
Y así, mientras cientos de desconocidas me hablaban de capas y flequillos desde otra latitud, yo sudaba la gota gorda. Cortarse el pelo en Reino Unido era caro. En aquellos días la libra estaba por las nubes y yo solía hacer la compra a las nueve de la noche porque era la hora de las gangas caducadas del Tesco. Si Inés no quería pagar un peluquero, no podía juzgarla. Sospechaba, sin embargo, que la relación entre aquel corte y el dinero era espuria. Vivíamos tan intensamente que sólo el desamor o la desesperación podía haber conducido a esa situación tan quijotesca. El dinero posiblemente era lo de menos.
–¿Has sabido algo de Carlos?– pregunté, curiosa.
–No, amor. Es un hombre que está muy perdido y creo que es mejor que sólo seamos amigos.
Sonreí con suficiencia. Carlos rozaba la treintena y no parecía querer comprometerse con nada ni con nadie. No sabíamos si tenía amigas o amigas, ni si lo del PhD era un proyecto serio o una excusa para venirse a Europa y conocer a europeas. Era un pájaro emigrante, una borrasca en un mapa de isobaras. Inés, en cambio, era una niña hecha de tierra nueva. El corazón sabio que buscan todos los agujeros negros.
–Just friends is never safe! -murmuré- ¿Estás segura?
–Cuando digo amigos, me refiero a amigos distantes. Esta vez tengo muy claro que quiero distracciones sanas. Una nueva persona, una nueva personalidad. No necesito más gente que sólo se acuerde de mí para desahogarse y contarme sus penas. Creo que hasta que no sueltas a una persona, te olvidas, te alejas, desconectas de ella, la vida no la reemplaza por otra.
Asentí con la cabeza. Mis sospechas no eran infundadas: el pelo era el reflejo de aquel cambio.
–¿Y tú? ¿Has sabido de David?
La tijera se me escurrió un poco al escuchar el nombre. Inés no pareció darse cuenta.
–Esta semana ha venido su novia a verle y, para mí, nuestra historia se ha terminado. No lleva a ninguna parte. Una novia, una amante, una obsesión perversa con el pasado y los errores, y luego yo.
Sonreí, de nuevo. Esta vez era una sonrisa de disculpa. Por ser tan débil. Por haberle dejado y haber vuelto. Por saber que mantener vivo el juego era lo único que le hacía sentir algo.
Inés no dijo nada. Ambas sabíamos muy bien que, quizá, la que debía cortarse el pelo era yo. Aún así, y pese a esa común intuición, seguí arrastrando ambos desastres: primero, el corte de pelo –a ella le encantó, por cierto–, y segundo, la relación acabada con David, que nunca fue ni una amistad ni una relación.
Cuando cambias de look dejas una parte de ti atrás para poder encontrarte de nuevo
ResponderEliminarSi alguna vez necesito una peluquera (y consejera) ya sé a quién acudir ;)
¡Oh Dios, M! No sabes lo que dices. Ella juró y perjuró que le encantaba, pero un extremo le quedó más largo que otro. Fue un auténtico drama capilar.
ResponderEliminarUn abrazo de esta cero-sabia.
P.
Ay, recuerdo cuando yo mismo me hacía mis estropicios capilares. Eran tiempos de perroflautismo y media cabeza rapada. Por suerte ya pasó. Ahora, "aquí" he encontrado un peluquero que corta como dios y me lo deja como yo quiero. Cortarse el pelo solo (o con amigos) es siempre síntoma de algo raro -no sé muy bien qué- y aunque al principio pensemos que nos queda bien, no hacemos más que alimentar a la bestia de la retroalimentación.
ResponderEliminarNecesito saber más, como siempre, P. No sé nada de David y desconozco si es porque he llegado demasiado tarde o porque no me entero de nada.
Un abrazo enorme.
PD: Me encanta el nuevo diseño del blog.
PD2: También me encantan los laísmos de Madrid. Los echo de menos ;)
¿Media cabeza rapada? ¡Ay, esos desaguisados capilares! Cortarse el pelo con amigos a mí me suena a verano. A teñirle el pelo al que se apostaba algo y perdía (esa podría ser otra historia). En cuanto a David... La verdad es que he elegido ese nombre pero en realidad no se llama así. Si hubiera elegido un nombre italiano (quizá ¿Davide?, o el suyo), quizá hubieras dicho ¡sí! Es el tío de "Chirimoyas en el exilio" (una entrada en la que mencionaba una conversación muy tonta en un café hace poco, cuando él vino a visitar la ciudad). Este recuerdo, en cambio, es de cuando aún estaba en mi vida. Sinceramente, menos mal que me corté el pelo.
EliminarMuchas gracias por pasarte, Ícarus. Prometo historias más alegres próximamente.
PD. Gracias! Le hacía falta un cambio.
PD2: Qué rabia me da eso. Pero, por mucho que lo intente y que lo piense y diga: "sí, es complemento indirecto", el "la" me suena estupendamente. Sé que a los que no son de aquí, les suena a rayos y a truenos. De hecho, me ha extrañado que lo eches de menos jaja.
Tus entradas están bien como están. Tus laísmos también ;)
EliminarPor lo que veo hay mucho más que el corte de pelo. Todas las decisiones son perfectas mientras las tomemos nosotros, aunque nos equivoquemos. Un abrazo.
ResponderEliminar¡En eso estoy muy de acuerdo! Cada decisión propia y sus consecuencias traen una lección positiva, aunque esa sea un "nunca más". Muchas gracias por pasarte por aquí Mara, estás en tu casa.
EliminarUn abrazo fuerte,
P.
Me ha gustado mucho la historia, creo que casa nucho con esa tal "Inés". El cambio fue tan profundo que aún mantiene el pelo corto. Y a mí me gusta verla brillar.
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