Día de Reyes y perros del Snapchat.



Antes de cualquier reunión con mi jefa, solía mirar Instagram. Me entretenía. Para los que no me conocéis, mirar cómo una billboard humana rinde culto al capitalismo no es algo que vaya conmigo. De hecho, contradice muchos de mis principios (el de "sé austera, vive feliz con poco y no te excedas", entre otros). Y, aunque sabía que mirar no hacía daño a nadie, siempre me preguntaba por qué la mitad de la humanidad, en la que claramente me incluía, seguíamos las tendencias con un fervor cuasi religioso.
*
Es verano y estoy tumbada en una hamaca frente al mar. Mi madre trata de hacerme una trenza. La cala está abarrotada y llevo el mismo bikini que media playa. Un locus amoenus en toda regla para cualquier chica de ciudad. A nuestra izquierda, una niña se hace un selfie en una roca. A nuestra derecha, un par de adolescentes sacan la lengua frente a la pantalla del móvil en un claro intento de que aparezca una lengua de perro en la fotografía. Patético.

- Estoy cansada de ser una presa de la jauría Inditex, mami.
- Pues, deja de comprar- me dice con una sonrisa maliciosa.
- Lo voy a intentar -suspiro- ¿Qué te parece un año sin comprar ni aceptar una sola prenda?
- ¿De Inditex o de todo?- pregunta, curiosa.
- Ya que me pongo a hacer retos antisistema, de cualquier marca. Además, y para evitar la tentación, desinstalaré todas las apps y borraré mi cuenta de Instagram - cavilo.
- Yo te apoyo, cariño- me dice convencida.
*
Es día de Reyes. Han pasado seis meses desde que tomé la decisión de no comprar ni aceptar nada. El proyecto ha ido más o menos bien, salvo durante el Blak Friday. Ese día tuve una discusión muy seria conmigo misma sobre si un bolso era o no stricto sensu una prenda. Al final, no compré nada.
Conduzco hasta la casa de mis padres. Besos, olor a roscón casero, juguetes por el salón. Hay aún varios regalos debajo del Belén. Con una sonrisa, encuentro el libro que tanto quería (El mundo de ayer, memorias de un europeo), unas cartas del Tarot (os aseguro que soy lo menos esotérica del mundo, pero what to do) y de pronto, cuando creía que la vida no me podía deparar más sorpresas, encuentro un regalo blandito. Ójala sea una manta.

- ¿Una chupa de cuero?- miro a mi madre con una sonrisa de comer limón - ¿Y esto?
- Sabía que necesitabas una. Es de piel, y es de Mango. ¡Ah! y le he quitado la etiqueta.
Entrecierro los ojos.
- Con que yi ti apiyi quiriñi, ¿eh?
- ¿Qué?
- Que muchas gracias. Y ahora, si me lo permitís, voy a empacharme de roscón. Necesito olvidar.




Comentarios

  1. No tengo snapchat, ni facebook y creo que en mi móvil no podrás encontrar ni un solo selfi; sin embargo conozco todo ese mundillo y lo que le rodea -¿quién no?-. Esto es lo que opino de todo ese postureo: ¡buaj!
    Tu promesa/reto me parece prácticamente imposible de conseguir -y menos si tu madre no te ayuda-, pero lo has intentado y tienes todo mi respeto ^^
    ¡Un abrazo!

    ResponderEliminar
  2. Muchísimas gracias por reconocer mi tímido esfuerzo. ójala tuviera más fuerza de voluntad, la verdad. :(

    Un abrazo,
    P.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Y tú, ¿qué piensas?

Entradas populares de este blog

La teoría del aguacate, por Amelia Diamond