Madrid,1.

Yo estaba sentado en la encimera de nuestra modesta cocina.
Mirando como preparabas esa extraña receta que habías encontrado en una revista.
No hablaba nadie: tú porque estabas intentando que "la dichosa tarta ésta" no se desmoronara.
Yo porque prefería seguir mirándote. Callado, embelesado, absurdo.

Han nacido muchos soles desde entonces.
Pero aún lo recuerdo. Inexplicablemente.
Más de mil quinientos kilómetros nos separan.
Más de mil quinientos recuerdos nos unen.

Comentarios

  1. oh ! uff! me encantó... te dejo un aplauso... de los grandes!!! y un beso también, y no es pequeño! hasta muy pronto.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Y tú, ¿qué piensas?

Entradas populares de este blog

La teoría del aguacate, por Amelia Diamond

La belleza o la soberbia