Adiós, corderas.




A la funcionaria 
-sin nombre, sin número-
que habita la Administración de la Facultad de Derecho.

Su cuerpo habita el cubículo, pero sus manos están en esas playas. Qué dulce el crepitar de los mortales quemándose en largas colas que agonizan, y qué amarga la bilis que provoca el bizcocho y el café helado, descansando en la mesita. Y mira como rumian esos cuerpos celestes. Un sello aquí, un click allá. Y vuelva usted mañana, que le falta el expediente, la copia de la copia, el beso en la mejilla, el abrazo que no cala.
La causa parece archivada, pero el ordenador me da error. No. Usted no está en el historial. Usted no existe para el programa. ¿Derecho Laboral, dice? Aquí no sale nada. No sé, no contesto. ¿Qué deseas, qué quieres de mi, qué puedo hacer para librarme de esta condena, de la oposición que abrió mi cabeza como mar Rojo y chutó para marcar gol en lejana portería con mis neuronas como balón? Soy vizca. Pero mírame a los ojos. Mírame aquí, como maruja erguida sobre cuatro pestañas, clamando mi descendencia de la duquesa Esteban y Valiente. Como el nombre de la calle.
Era Tomás, no Esteban. 
Se lo digo, y se sonroja. Eso, eso, exhala. Pero no muere. Apenas un segundo más tarde me mira con ojos de ternera en salsa. ¡Aquí estás! Tu matrícula está anulada. Le dije que no quería anulaciones, que quiero la devolución de la tasa, contraprestación, euro que rascáis como buscando petróleo en Canarias. Con los dientes Repsol raspó la corteza. ¿No lo sabía no? Y la pestaña le tiembla.
Funcionaria del Estado. Rígida rubia de bote y pelo corto a mechas. Rugido de la estulticia hecha carne. Adiós, amor. Termino. Me voy de ti. Me voy sin ganas y con miedo atroz. Dios te guarde bien el calor de la silla.

PD: Perdonad, bichos bonitos. Había olvidado la contraseña. Os quiere y os admira. P.





Comentarios

  1. Muy bueno, pero que no lo casques mucho, no sea que te curren en casa... jaja

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  2. Algunas trabajamos bien, preci

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