Esto es Europa, señor.




Javier y Nedal juegan al ajedrez en el jardín del Sauce. Javier empieza el juego y la conversación.
-¿Cree que deberían existir nuevos Estados, señor?
La partida comienza con la defensa india de rey. De cuatro.
-No cometeré dos veces el mismo error.
Caballo efe seis.
-¿Israel fue un error?
Ce cuatro.
-Ensayo, más bien.
Javier observa el tablero, silencioso. Nedal se atusa la barba de patriarca y mueve ficha. Ge seis.
-Esta vez estoy pensando en un Estado insurgente. Un Estado creado por la propia población, no por otros Estados. Con territorio propio, pero ganado a pulso.
Caballo ce tres. Javier es prudente.
-Escocia, Quebec, Cataluña.
Nedal ríe con ojos de media luna. Alfil ge siete.
-Qué cosas más raras dices Javier, por favor. Para independizarse hay que coger el arma por el filo, no por el recazo. Hay que atreverse a sangrar primero, a morir por lo que se cree. Si no, no se gana. No os enseñan nada en la Universidad.
E cuatro.
-Su arraigado nacionalismo ya les ha hecho sangrar suficiente, señor.
De Seis. Nedal ignora el comentario y prosigue. 
-¿Has visto a algún escocés empuñando un arma por su independencia en estos tiempos?
Caballo efe tres, enroque. Javier sonríe mostrando, inocente, el diastema.
-Esto es Europa, Señor. Aquí ni los amantes mueren por amor.
Alfil e dos. Nedal niega con la cabeza.
-¿Esto es Europa? Claro, se me olvidaba. En Oriente somos unos salvajes. Nunca os cansáis de menospreciarnos. En fin. Volviendo al tema. ¿Un nuevo Estado? Sí, pero formado por un ejército de dioses, de heróicos guerreros.
-¿Como en los mitos, señor?
-Sí. Como en las leyendas. Un Estado que tome el filo y lo enarbole cual bandera. Un Estado que sirva, muera y mate por amor. Sin contemplaciones, sin misericordia.

El reloj da las seis y, de nuevo, ocurre el milagro: la transfiguración del loco. Javier lo sabe, está acostumbrado. El viejo se estremece, rumia palabras incomprensibles, babea. En una mesa cercana, otro interno grita que es Napoleón.
Un hombre de bata blanca se acerca a la escena y toma del brazo al enfermo. Repara en la presencia extranjera y se dirige a ella con voz neutra.
-Es tarde, chico. Los voluntarios deben abandonar el centro a las seis y media. El señor Nedal ya ha tenido suficiente cháchara.
Nedal tiene la mirada vacía y balbucea como un tierno lunático.
Javier se levanta y se despide. El viejo, hace unos instantes lúcido y despierto, no parece reconocerle.
El chico camina hacia la puerta. En el pecho se lee la palabra voluntario en una pegatina blanca. Antes de cruzar la verja, se gira para observar cómo Nedal camina hacia el Centro con la mirada en el suelo, mientras sus pies -de astronauta soviético- procuran pisar bien fuerte la hojarasca. 




Comentarios

  1. Admiro a todas aquellas personas que dedican su tiempo a ayudar a los demás y, también, a aquellas que son unas simples palabras nos hacen pensar ;)

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