Telón.

[...]

VALENTINA.- ¡Un, dos, tres! ¡Fuego!
(Da uno, dos, tres pasos; en línea recta. Lanza el plato decorativo contra el suelo)

VALENTINA.- (Grita) ¡Es que no me oyes, cretino! ¡Ven a por mí! ¡Ven a por mí, si te atreves! ¡Párteme el alma, como hiciste con mi cuerpo! ¿Por qué no sigues, ahora que te lo imploro? ¡Nunca vas a complacerme, nunca! (Estalla en lágrimas)

(Se acerca al cadáver de Marco y lo mece suavemente)
VALENTINA.- Hoy han enmudecido los silencios. No puedo oír tu voz de trueno. Debe ser que se ha congelado mi memoria, o se han parado mis desgracias. Hoy, soy libre, y renazco de nuevo.

(Besa el cadáver en los labios)
VALENTINA.- Y sin embargo, ya te echo de menos.


El silencio irrumpe en un aplauso multitudinario que no cesa hasta bien pasados los dos primeros minutos. Carla no puede dejar de dar las gracias y lanzar besos al respetable, que vitorea su nombre y le dedica gestos de máxima aprobación. Críticas favorables y amantes del teatro satisfechos. Todo a su favor gracias a la interpretación de la década.

No era una interpretación. Era su yo del pasado, con un estúpido nombre italiano. Era ella, entablando un diálogo consigo misma dónde sus fantasmas moderaban las intervenciones. Era ella, desnuda ante el mundo. Tachemos de la lista el cadáver, pero añadamos una denuncia y una serie de amenazas por teléfono. Estás en la flor de la vida, la decían una y otra vez. 

"Pues que alguien me prenda fuego", pensó, mientras hacía su reverencia.

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